Estaba esperando delante de un bar i mostraba un cigarrillo a punto de acabar entre un pulgar sucio i el dedo índice, y con una carroña, muy grande, bueno tampoco tan grande. La otra mano tenía un villete de diez euros como si estuviera pensando en si pagaba por adelantado en el camarero.
Tenía un rostro de disgusto por la vida y las pocas ganas de hacer cosas i estarse sienpre en casa sin hacer nada. Pero tenía una dura alegría y muy poca sonrisa, un señor un poco amargado de la vida.
Era un hombre de cuerpo grande, un poco graso, de esos que se ponen a beber cerveza (tipo Homer de los Simpsons), tenía la cara redonda con granos y una barba sin afeitar, poco pelo, pero tenía una cosa que le resaltaba, la unica, eran sus ojos que parecían brillantes gotas de rocío.
